Capítulo 09: La madrastra se enfrenta a Abigail

—¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!

El sonido rudo del golpeteo llevaba una ira obvia.

Abigail alzó sus cejas. ¡Aquí vamos otra vez!

—Abre la puerta, gorda puta. ¡No pienses que no sé que estás ahí fingiendo! —Ninguna respuesta por largo tiempo. Rose Taylor maldijo con una voz contenida.

Abigail no reaccionó.

—Diana Edith, derríbala por mí. —Pensando en cómo esta gorda puta casi arruina el buen matrimonio de Rubí hoy y causó que Lincoln Green sospechara de ella y su hija, estaba consumida por la ira.

—Sí, señora. —Diana Edith, cuya muñeca estuvo a punto de romperse por el agarre de Abigail y que había tenido una fuerte caída, estaba hirviendo de odio. Obedeció con un fuerte golpe contra la puerta.

De repente, la puerta se abrió.

—¡Bang!

—Ah... —Diana Edith se estrelló contra la nada, cayendo pesadamente al suelo sin ninguna defensa. Su cara, cubierta de grasa, golpeó el mango de una fregona lanzada al azar en la desordenada habitación, causándole aullar de dolor.

—Tía Edith, ¿qué estás haciendo? —Abigail bostezó intencionadamente, miró inocentemente hacia arriba a Rose Taylor, y preguntó.

Rose Taylor observó a la desesperanzada caída de Diana Edith y luego echó un vistazo a la somnolienta Abigail, quien parecía haberse despertado justo ahora, y su ira se encendió. —¿Lo hiciste a propósito?

—Tía, no entiendo de qué estás hablando. —Abigail se frotó su rostro regordete, aún algo aturdida.

—Tú... —Rose Taylor se quedó sin palabras, mirando con una mirada sombría a la mujer gorda ante ella, como tratando de detectar cualquier engaño en su expresión, pero no podía ver nada. ¿Podría ser que estaba pensando demasiado? Durante tantos años, esta pequeña puta siempre le había obedecido incondicionalmente, no podría haberse vuelto más astuta solo porque ahora tenía un hijo, ¿o sí?

—Tía, ¿has venido a preguntarme acerca de conocer al Sr. Piers...? —preguntó Abigail.

—¿Todavía te atreves a mencionar al Sr. Piers? —Rose Taylor, aún reflexionando, se alarmó ligeramente al escuchar el nombre.

—Realmente fue solo un malentendido —Abigail se explicó sinceramente—. El Sr. Piers me ayudó amablemente en la entrada. No pretendía robarle el prometido a mi hermana.

Antes no había tenido la intención, pero ahora sí.

—Es bueno que no lo hagas. Solo mira tu patética figura, ¿y crees que puedes robarle al Sr. Piers? —Rose Taylor se burló fríamente, mirando con desprecio el cuerpo obeso de Abigail.

Abigail asintió apresuradamente en acuerdo pero murmuró de mala gana —Pero... Tía, ¿al menos puedo ver al bebé? Es tan pequeño, y no ha tomado ni una gota de la leche de su madre. Es tan lamentable...

—Sigue soñando. ¿No tienes miedo de que tu padre se entere? ¿Que se enoje porque quedaste embarazada antes del matrimonio y deshonres a la familia Green, y luego te eche? —Al escuchar a Abigail mencionar al niño, Rose Taylor bajó su voz y amenazó.

Abigail se burló internamente pero preguntó inocentemente —¿Por qué mi embarazo prematrimonial deshonra a la familia Green, pero el de mi hermana Rubí no enfada a papá?

—Porque tú eres solo una baja... puta que no merece a la familia Piers —Rose Taylor fue interrumpida por Abigail.

—Ah, ya entiendo. Es porque mi hermana Rubí no es hija biológica de papá, ¿verdad? —Antes de que Rose Taylor pudiera terminar, Abigail tuvo una repentina revelación.

Rose Taylor, quien había trabajado en la familia Green durante ocho años, odiaba que otros dijeran que su hija no era la verdadera heredera de la familia Green. Cuando se había casado, muchos se burlaron de ella por traer un estorbo y llamar a Ruby Green una bastarda con un padre desconocido.

Había trabajado duro para suprimir esos chismes, invirtió mucho esfuerzo en crear la ilusión de que Rubí era la hija mayor de la familia Green en la escuela, e incluso fabricó la historia de que Abigail era una hija ilegítima.

Así que a Rose Taylor le desagradaba más que otros dijeran que su hija no era la heredera genuina, era una falsa.

Ahora, siendo expuesta por Abigail, Rose Taylor no solo estaba furiosa, sino que también comenzó a preguntarse si lo que esta gorda puta había dicho podría ser cierto, que como Rubí no era hija biológica de Lincoln Green, su embarazo prematrimonial no lo enfureció. Olvidó por completo que todos estos problemas los había causado ella misma.

—Tía... ¿estaba equivocada cuando dije eso? —Abigail preguntó consideradamente, viendo la cara de Rose Taylor volverse verde y blanca.

En su furiosa rabia, Rose Taylor levantó la mano para abofetear a Abigail. Abigail, alarmada, retrocedió, causando que Diana Edith, que había estado intentando levantarse, volviera a caer, su ya dolorida muñeca aterrizando justo en el mango de la fregona otra vez, haciendo que gritara de dolor una vez más.

—¿Todavía te atreves a esquivar? —Rose Taylor estaba enfurecida.

—¡Papá! —Una palabra, y Rose Taylor se volteó en pánico.