Abigail sentía que se estaba volviendo loca.
Incluso cuando renació tendida en un charco de sangre, con el abdomen ensangrentado y expuesto, el dolor haciendo temblar su alma, no se sintió como si pudiera enloquecer.
Pero en este momento, todo su corazón estaba en pánico, al borde del colapso y la locura.
Abigail no podía imaginar qué pasaría si Teddy muriera.
No se atrevía a pensarlo.
—¿En cuál sala de lactancia? —Abigail intentó hacer que su voz sonara normal, pero su cuerpo temblaba, y la cicatriz ya coagulada de su abdomen dolía terriblemente.
No era un dolor físico, sino psicológico.
—Lleva a la Señorita Green —Kennan actuó como si no le importara, pensando que Abigail solo se preocupaba por su niño.
Él arregló cuatro personas afuera de la sala de lactancia. Por más capaces que fueran los hombres del Tío Piers, nunca se atreverían a arrebatar a alguien flagrantemente en el aeropuerto.