—¿De qué me sirve mentirte? —dijo el anciano gruñón.
—De nada. Abigail no sabía por qué sentía una dulzura que no podía describir. No le importaba el mal humor del anciano.
El anciano Smith resopló fríamente. Su corazón estaba claramente blando, pero no podía decir nada agradable. Preguntó duramente:
—¿Cuáles son tus planes para el futuro?
Esta pregunta hizo caer el ánimo de Abigail. —Probablemente... viviré mi vida con esta identidad.
Sus palabras también oscurecieron el ánimo del anciano. Se sumergió en silencio.
—No discutamos asuntos tan complicados. Conseguiré tus cosas. —Abigail terminó de hablar y se apresuró al patio para buscar la maleta, temerosa de que su abuelo notara sus ojos rojos.