Sabiendo lo que tenía que hacer, nunca se echaría atrás ni dudaría.
Así que, con sus delgados labios levemente separados, su voz llevaba un rastro de dulzura —Gu Qiaoqiao, vivamos bien nuestras vidas juntos a partir de ahora.
Su voz clara y cautivadora, como las cejas de una estrella montañosa fría y distante, era tierna y persistente con un imperceptible toque de afecto.
Especialmente esos ojos, como si reunieran todas las estrellas en el cielo.
Teñían esta tarde de primavera con un matiz que hacía latir el corazón.
Pero para Gu Qiaoqiao, estas palabras golpearon como un rayo.
Se levantó abruptamente.
¡No estaba eufórica, estaba en shock!
Sorprendida de que Qin Yize pudiera decir tales palabras.
En dos vidas, nunca esperó escuchar siquiera un poco sobre un futuro juntos de sus labios.
Había esperado innumerables veces...