Los ojos de Alina se llenaron de lágrimas al darse cuenta de que Xino debió haber visto que salía, o si no, no le habría preguntado de esa manera.
Aprovechando el momento, Alina dejó que las lágrimas fluyeran y, ahogada, dijo —Xino, lo siento, te engañé. Sí salí justo ahora. Ya sabes la situación de mi familia. Las Hermanas Gu siempre me han despreciado, así que yo...
—Basta... —Xino, desinteresado en los asuntos de su familia, interrumpió bruscamente—. Lo que ella hiciera fuera, no tenía nada que ver con él.
Entonces Xino advirtió —Alina, recuerda tu lugar. Ahora perteneces a mi club. Lo que hagas, si implica al club, no te lo perdonaré...
Mientras hablaba, su mirada aguda y amenazante se deslizó sobre la pálida Alina, sus delgados labios apretados en una línea recta y fría.
Xino no habló más. En su lugar, soltó el agarre en el mentón de Alina, dio un paso atrás, su mirada se oscureció. Después de un momento, se giró y se fue.