—Hay que decir que Qin Yize era tan apuesto como un hijo favorito del cielo, y ella no podía encontrar un solo defecto en él.
—Y un hombre así, llevándola a mirar la luna, se sentía algo romántico entre ellos.
—Gu Qiaoqiao rápidamente desechó este pensamiento aterrador —respondió—. Sí, claro que es la luna de hace cincuenta años...
—Sí, la luna sigue siendo la misma luna —suspiró Qin Yize—. Pero los cincuenta años han pasado de prisa, y todo ha cambiado hasta ser irreconocible.
—Pareces muy melancólico.
—Sí, hoy me siento bastante emocional.
—Es por el asunto del Gran Abuelo y la Bisabuela, ¿no es así?
—Sí, aunque se reunieron, dejando de lado el odio entre ellos, esos cincuenta años nunca pueden ser devueltos.
—El tiempo siempre es así, nunca vuelve atrás —dijo Gu Qiaoqiao con indiferencia, pero su corazón sentía el eco del sentimiento.
—El tiempo podría volver atrás.
—Pero ese era su bucle temporal, y el Gran Abuelo y la Bisabuela nunca volverían.