Cuando Gu Qiaoqiao fue abrazada en los brazos de Qin Yize, su cuerpo se puso rígido por un momento, pero fue solo un momento; Gu Qiaoqiao sintió que su corazón, ligeramente oprimido y angustiado, se disolvía en las nubes como algodón de azúcar.
En ese momento, comprendió verdaderamente lo que se sentía al recibir un afecto tierno.
Su cuerpo ya no estaba rígido, sino que descansaba tranquila y obedientemente contra su pecho. Olores familiares la tranquilizaban.
Al notar tales cambios, Qin Yize sintió como si el hielo y la nieve dentro de él se hubieran derretido.
¡El Acero Refinado Cien Veces finalmente se había convertido en seda flexible entre sus dedos!
Él lentamente abrió los ojos, mirando las dos siluetas abrazadas en la pared, proyectadas por la luz. Después de un largo rato, habló con una voz baja y agradable:
—Qiaoqiao, cuídate mucho.
Gu Qiaoqiao respondió apagadamente:
—Hmm, lo haré.