—Oh. —respondió Lin Feng indiferentemente.
El chico gordito se rascó la cabeza, completamente perplejo.
La reacción de Feng-ge no parecía la correcta. ¿No debería estar sorprendido o al menos haber gritado al escuchar que la vieja bruja ya no les enseñaría?
Tres segundos después, Lin Feng volvió a la realidad.
Dejó su bolígrafo y, con unos rápidos movimientos, se lanzó frente al chico gordito, agarrándolo por el cuello. —¿A quién dijiste? ¿Liang Hua, esa vieja bruja? ¿Ya no nos enseña más?
Tres preguntas consecutivas.
Si fuera cierto, Lin Feng sentía que podría correr treinta veces alrededor de la pista en celebración.
Los otros estudiantes de Cuatro Clase también escucharon la noticia, y sus rostros se iluminaron de alegría.
Habían estado soñando con que Liang Hua dejara Cuatro Clase; lidiar con ella había sido insoportable.
Finalmente, el chico gordito estaba complacido; esta era la reacción que había esperado. Se aclaró la garganta, listo para responder.