El agraviado Lu Ming

Fu Hanchuan recibió una mirada de triunfo del Abuelo Lu, sintiéndose bastante impotente.

Luego volvió su mirada a Qin Sheng, sus ojos suaves y cariñosos.

El tazón de fideos era modesto en tamaño, sin embargo, Qin Sheng se sintió bastante llena después de comerlo.

El Abuelo Lu le presentó a Qin Sheng su regalo de cumpleaños, un cuadro pintado por él, su favorito.

En un momento, alguien había ofrecido más de doscientos millones para comprar este cuadro, pero el Abuelo Lu rehusó deshacerse de él.

—Sheng Sheng, aquí tienes tu regalo de cumpleaños. Por favor, acéptalo —El Abuelo Lu no mostró remordimiento al regalar la pintura.

Qin Sheng miró el cuadro, idéntico al de su vida pasada. No dudó en aceptarlo. —Gracias, Abuelo Lu.

—Ah —Al ver que Qin Sheng aceptaba la pintura, la sonrisa del Abuelo Lu se hizo aún más amplia.

Adoraba la manera directa y cortés de Qin Sheng, libre de la afectación típica de otras jovencitas que fingirían modestia al recibir regalos.