Yu Bei contemplaba una forma de desafiar a Qin Sheng. Las preguntas que tenía delante eran aquellas con las que había luchado durante varios días sin resolver.
En tres páginas, había más de diez problemas. Incluso si Qin Sheng pudiera resolverlos, la ocuparía durante un tiempo considerable. Una sonrisa de autosuficiencia se dibujó en los labios de Yu Bei.
En ese momento, Qin Sheng vio la sonrisa que tiraba de las comisuras de la boca de Yu Bei y entrecerró los ojos, dándose cuenta de su intención. Una leve sonrisa apareció en su rostro mientras optaba por no responder.
Después de apenas echar un vistazo a los papeles durante unos pocos segundos, los dejó de lado y comenzó a teclear en la computadora con notable velocidad, dejando solo un borrón de movimiento a su paso.
Las líneas de código aparecían una tras otra en la pantalla.
Yu Bei, de pie detrás de Qin Sheng, asumió que ella solo estaba probando la sensación del teclado.