Qin Sheng, la Diosa

Hong Yuan le dio una palmada en el hombro a Su Yixiu, ofreciendo una palabra de tranquilidad. —Tómalo con calma.

Su Yixiu retiró su mirada, sus puños apretados, y sus ojos llenos de una tristeza inconfundible.

Habló con un tono amargo. —Entiendo.

Por lo tanto, nunca se atrevió a albergar ilusiones. Ese hombre era excepcional, y consentía a Qin Sheng de una manera extraordinaria. Sabía bien que nunca podría compararse. Además, estaba claro que Qin Sheng sentía un profundo afecto por él.

No había lugar para nadie más entre ellos.

Así, Su Yixiu nunca tendría esperanzas tan irreales. Su primer amor estaba destinado a no ser correspondido.

Hong Yuan, al ver la expresión desalentada de Su Yixiu, sintió empatía por él, pero sabía que eso no cambiaría la situación.

No dijo nada más y volvió a su escritorio, sentándose.

Después de componerse, Su Yixiu comenzó a ayudar a Hong Yuan a organizar algunos documentos.