—Papá, Mamá, no los culpo. Me ha ido bien todos estos años. Al menos me criaron —dijo Lin Miao con una sonrisa, hablando en un tono débil.
Al escuchar sus palabras, a Gu Shan y Zhang Mei les dolía el corazón. Su hija mostraba una increíble cantidad de resiliencia. A pesar de la amargura evidente en sus ojos, pretendía ser fuerte.
Habían tratado a Gu Zi excepcionalmente bien, proporcionándole las mejores cosas desde joven y asegurándose de que tuviera una vida cómoda. Estaban decididos a evitar que experimentara dificultades y privaciones.
Sin embargo, al mirar ahora a su hija biológica, era evidente que había sufrido desde joven. Obligada a trabajar en el campo, se había vuelto esquelética y frágil, frecuentemente atormentada por toses implacables.