—No puedo controlar que otras personas chismeen. Me centraré en mí misma y cuidaré bien de Lele —dijo Gu Zi mientras recogía su puesto, sonriendo.
—La madre de Li Zhu había terminado de comer la jalea de hierbas y elogió:
—Eres habilidosa. Comer esto me hace sentir tan cómoda, sin molestias ni sobrecalentamiento. ¡Me siento renovada!
—Gu Zi respondió:
—Si tengo tiempo, volveré a montar el puesto. Cuando tengas tiempo, ven a probarlo.
—Definitivamente. Tu mentalidad supera a la de la mayoría. Déjame decirte, esa Tía Fang casi fue golpeada hasta morir por su esposo. Esta mañana temprano, la llevó a la estación de autobuses, diciendo que de ahora en adelante, saldrían a trabajar juntos.
—Recordando su encuentro con la Tía Fang antes, la madre de Li Zhu sintió lástima. Su cara estaba toda magullada.
—Inicialmente, su esposo había sido bueno con ella. Después de casarse con ella, hacía todo lo que ella pedía sin vacilar.