Su Bing empezó a recoger la mesa y a limpiarla. No quería que su madrastra volviera y encontrara un desorden.
Podía decir que su madrastra era alguien ordenado. Desde su llegada, la casa no solo se había vuelto impecable, sino que también olía deliciosamente en todas partes. Incluso el aroma del osmanto se percibía desde los dientes de león en el patio.
Su Li asintió y abrió su mochila escolar. De repente, su nariz se contrajo, e informó a Su Bing —Nuestra madrastra debe habernos hecho algo delicioso. ¡Hay un aroma único a carne!
Los dos hermanos entraron al comedor, descubriendo la red anti-mosquitos que cubría los platos. El color rojo salsa y el aroma tentador complacían sus sentidos.
Junto a los platos había una nota, escrita con una letra elegante: