¿No me extrañaste?

Deseaban que su hija pudiera estar firme y orgullosamente en la casa de su esposo.

Aunque la familia Lin no era rica, también querían hacer su mejor esfuerzo.

Le dijeron a Gu Zi que todavía estaban haciendo dos juegos nuevos de sábanas, nuevas cortinas de cama, nuevas almohadas y nuevos edredones. Cuando terminaran, pedirían a Lin Cheng que los enviara a la residencia de la familia Su para decorar la nueva casa.

Los ojos de Gu Zi se llenaron de lágrimas. Al principio, solo quería cumplir con su piedad filial en nombre de la dueña original, pero no esperaba recibir tal afecto sincero a cambio.

—Gracias, Mamá y Cuñada. Definitivamente lo usaré bien —dijo. Las tres mujeres se abrazaron por un rato.

Gu Zi guardó esos regalos y salió a abrazar a Lele. Lin Cheng la estaba molestando. Aún estaba en sus veintes y todavía tenía un aire de ingenuidad natural.