Gu Zi sintió que no estaba experimentando una ilusión; era Gong Xin quien parecía estar en un ensueño.
—Gong Xin apartó la mano de Gu Zi y dijo:
— Es una larga historia. Rápido, llévame a tu casa para tomar algo y podremos hablar con calma.
Ella no quería admitir que se había perdido en el camino para encontrar a Gu Zi; eso sería vergonzoso. No obstante, su cuerpo ansiaba hidratación en ese momento.
Gu Zi observó los labios resecos de Gong Xin y sintió un toque de impotencia. ¿Cómo había acabado Gong Xin, la mimada Señorita, en tal estado?
Parecía que Gong Xin había venido específicamente a buscarla. ¿Podría haberse perdido?
Sin burlarse de ella, Gu Zi la llevó a casa, y Gong Xin se quedó asombrada ante el edificio de dos pisos.
Sabía que el hombre con quien Gu Zi se iba a casar era un granjero de cerdos y que probablemente tenía algo de dinero, pero nunca esperó tales condiciones de vida lujosas: una casa de dos pisos con un patio delantero.