Gu Zi despertó sintiéndose excepcionalmente descansada esa noche. Sorprendentemente, no había quitado la manta en su sueño, aunque no podía recordar cuántas veces el hombre la había cubierto durante la noche.
—Su Shen, ¿descansaste bien anoche? —Ella yacía quieta al despertar, notando la calidez de su aliento a su lado, lo que hacía que su cuerpo se tensara involuntariamente.
Al mirar de reojo, lo observó bajo la suave y tenue luz. El hombre descansaba sobre su brazo, perdido en sus pensamientos.
Sus manos, secas y delgadas, mostraban articulaciones distintas y venas visibles en sus dorsos.
Al encontrarse con la mirada de Gu Zi, él se levantó rápidamente y la inmovilizó, extendiendo la mano para inclinar su barbilla con sus dedos ligeramente ásperos, enviando una sensación de hormigueo a través de ella.