Enseñar a Gu Zi una lección

Cuando Lin Laoyao llegó a la habitación del hospital, solo su hermano mayor y cuñada, junto con sus hijos Lin Cheng y Li Hua, estaban presentes. Sin pronunciar una palabra, colocó una cesta de frutas en el suelo y se arrodilló. Su entrada dramática atrajo la atención de otros pacientes y sus familias en las camas cercanas.

—Hermano —comenzó, su voz ahogada por la emoción—, mi hijo, ese bribón, te ha hecho daño. He fallado en criarlo adecuadamente. Por favor, no tomes sus acciones en su contra. Todavía es joven. ¡Si va a prisión, su vida estará arruinada!

Los cuatro ocupantes de la habitación intercambiaron miradas desconcertadas. Aún no habían reportado el incidente a la policía, ¿ya habían arrestado a Lin Jie?