Satisfacerlo

Su Shen apoyó su frente en su mano, un gesto de resignación. Su mirada se posó sobre su joven esposa, Gu Zi, quien justo en ese momento lo miró con una interrogante coqueta.

—Cuñado —preguntó dulcemente—, ¿qué deberíamos tener en cuenta con esta dama? ¿No prometiste cuidarme bien por parte de mi hermana cuando estábamos en el coche antes? ¿O solo me engañaste para que te besara?

La Sra. Zhou observaba a la pareja ante ella, una pareja que consideraba escandalosa. Sus labios se curvaron con desagrado, sus dientes blancos brillando en un juicio silencioso.

Entonces, fue Su Shen quien había engañado a esta ingenua joven. ¡Santo cielo! Era un cambio total en la impresión que Su Shen le había dado previamente. ¿Cómo pudo haber cambiado tan drásticamente?

El rostro de la Sra. Zhou era una máscara de desagrado. Se apresuró a buscar una excusa para irse, sin querer participar en su juego.