La mayoría de las personas en el salón de banquetes estaban viendo a este hombre por primera vez, sin embargo, su presencia era tan imponente que no lo olvidarían fácilmente. Había algo en él que demandaba atención. Cuando sus miradas se cruzaron con sus fríos y distantes ojos, cualquier indicio de agresión que pudieran albergar se disipó instantáneamente, reemplazado por una profunda sensación de intimidación.
¿Quién entre ellos se atrevería a alzar su voz contra él? Todo lo que podían hacer era escuchar en silencio mientras su profunda y fría voz resonaba por la sala. Su tono era bajo y aristocrático, dejando sin lugar a nadie para cuestionarlo.
—Sr. y Sra. Gu —comenzó—, la acusación formal respecto al robo de los tres mil de regalo fue hecha por mí, Su Shen, y la familia Lin, no por Gu Zi. Así que, si tienen alguna otra duda, pueden dirigirse a mí.