Su Shen no tenía prisa por penetrar, su hombría frotándose persistentemente en su entrada. Sus cuerpos estaban tan pegados que ni siquiera un soplo de aire podía pasar entre ellos, una intimidad que era aún más provocativa que el propio acto de hacer el amor.
Gu Zi no pudo evitar retorcerse, su cintura esbelta y sus nalgas respingonas contoneándose en anticipación. Sus muslos estaban resbaladizos de deseo, su respiración venía en suaves jadeos. Anhelaba que él la penetrara, susurrando, —Su Shen, dámelo...
Su Shen la levantó ligeramente, tomándose un momento para apreciar la imagen de su anhelo por él. Una sensación de satisfacción se acumuló dentro de él, un sentimiento que le resultaba difícil expresar con palabras.
Hacer el amor los llevó de la cama al suelo y de regreso a la cama, usando tres condones en el proceso. Para cuando terminaron, la noche había caído por completo.