—¿Qué opinas? Empecemos ahora.
Al ver la sonrisa radiante de Roland, Bardo sintió una ola de furia subir hasta su pecho y casi salir en forma de maldiciones por su boca.
Sin embargo, él mismo lo había dicho: los nobles aún mantenían la etiqueta básica, así que solo podía contenerse.
—No hay prisa, podemos hablar de esto después de descansar un día o dos. Después de todo, hemos tenido un largo viaje y estamos muy cansados —dijo Bardo con la cara inexpresiva—. Cuando llegue el momento adecuado, iremos a buscarte.
Después de decir esto, Bardo se dio la vuelta inmediatamente para bajar las escaleras.
Temía que si se quedaba más tiempo, no podría contenerse y acabaría lanzando insultos, perdiendo su compostura.
En el primer piso, el aprendiz de magia inconsciente se despertó, murmurando maldiciones incoherentes.
Bardo frunció el ceño, bajó y preguntó —¿Qué pasa, no se reclutó a ni una sola persona?