Esto era demasiado llamativo. Sin mencionar que aparecer en el campo de batalla lo haría parecer un idiota, pero solo al caminar por la calle, recibiría las miradas despectivas de muchas personas.
Roland se estaba preparando para quitarse estas piezas de equipo mágico. Había decidido que esta apariencia permanecería en el laboratorio a partir de ahora y que ningún extraño debería echarle un vistazo en circunstancias normales.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de quitarse su equipo mágico, Andonara, que había estado parada y observando al lado, trotó hacia él y lo detuvo.
—Roland, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué te quitas un atuendo que te queda tan bien? —preguntó ella.
—¿Bien? —Roland tiró de las comisuras de su boca—. Pensé que Andonara había querido decir lo contrario; él quería quitárselo aún más.
No obstante, Andonara presionó sus manos, los ojos de esta reina brillando con una luz intensa. —De verdad, te queda bien, te sienta.