Ye Futian había sido llevado a la fuerza a la Escuela del Sol Ardiente, aunque no había presentado resistencia. Su cooperación lo hacía parecer sincero y genuino, y había una posibilidad de que todo lo que había dicho sobre la herencia fuera cierto. Pero el corazón humano era complicado, y era improbable que Ye Futian estuviera dispuesto a renunciar voluntariamente a la luz divina.
Era obvio que Ye Futian era consciente de sus circunstancias y se estaba adaptando a ellas con el fin de salvar su propia vida. Yang Ding, el jefe del colegio de la Escuela del Sol Ardiente, también podía percibir esto. Pero en verdad, no tenía la intención de matar a Ye Futian. Hacer eso equivaldría a declarar la guerra.
—Déjame sentir la luz divina del sol que el santo dejó. El rostro de Yang Ding era radiante como el sol, y un silencio cayó sobre el lugar. Todas las miradas estaban puestas en Ye Futian.