*¡Clang!*
*¡Boom!*
La espada de Almendra chocó contra la de Galvaren, enviando ráfagas de relámpagos dorados y energía carmesí-negra al aire, su poder creando ondas de choque violentas con cada impacto.
—¡Bien! —Almendra sonrió mientras empuñaba su pesada espada ancha, su hoja chisporroteando con arcos de relámpago dorado que bailaban ferozmente a lo largo de su filo.
Se mantuvo firme, gotas de sudor en su frente mientras el calor opresivo que irradiaba de Galvaren se abatía sobre él. El aire entre ellos centelleaba con tensión elemental—fuego y relámpago preparándose para colisionar.
Diez metros más adelante se erguía Galvaren. Era un monstruo humanoide imponente cuyo cuerpo semi-blindado estaba cubierto de escamas negras fundidas, dentadas e iluminadas por venas carmesí brillantes. Sus enormes alas coriáceas se extendían desde su espalda, arrastrando humo y brasas con cada movimiento, cortando el aire como guadañas ígneas.