—¿Qué sigue? —habló Almond, su voz resonando hacia los Emperadores Supremos a 49 kilómetros de distancia.
—El escudo se rompió, así que ahora estamos iguales de todas maneras —dijo Verina con un bufido.
—Está bien, perdedora. Por eso preguntó, qué sigue —dijo Lirio mientras ponía los ojos en blanco—. ¿Van a atacarnos a los dos juntos o qué?
—Tú…
—Humph, tú y tus trucos —dijo una mujer con una figura pequeña, pero con un solo cuerno y dos alas diabólicas en su espalda mientras flotaba desde su trono—. ¿Quieres luchar contra todos nosotros de una vez, eh? Así puedes tener la excusa triste de que perdiste porque nos amontonamos sobre ti. Sí, buen intento.
Desapareció y apareció a veinte metros de distancia de Almond y Lirio, un mango largo con un gran hacha de doble filo que era del tamaño de su figura colgando en su mano.
Su aura estaba aumentando, sus ojos brillaban con chispas marrones y azul índigo mientras hablaba: