Sylas tomó aire y dobló la esquina. Un puñal flotaba detrás de su espalda, fuera de la vista de la serpiente, y él ya había adoptado una postura de combate.
El esbirro del basilisco lanzó un chillido y siseó, deslizándose hacia adelante con gran velocidad. No era la serpiente más grande que había encontrado en este mundo, pero su longitud de tres metros aún era significativa.
Sylas era cauteloso al acercarse, y esquivó los intentos de la serpiente de morderlo.
Cuando se dio cuenta de que su Velocidad y Destreza eran mucho menores a las de Sylas, sus ojos amarillos en forma de hendidura repentinamente brillaron y se tornaron un ligero tono de carmesí, casi como si algunas gotas de colorante alimenticio hubieran caído en ellos.
La sensación de algo arañando su mente casi abrumaba a Sylas. Era similar a cuando otros intentaban leer sus estadísticas, pero mucho más invasivo, casi como si la criatura intentara sofocarlo con su Voluntad.