El cabello de Sylas se erizó. Se sentía amenazado como nunca antes en su vida.
Lenvatand la vista al cielo, y parecía como si docenas de portales se abrieran uno tras otro. El aire se ondulaba y la realidad se torcía, lanzas de azul plateado formadas por éter giratorio asomaban desde dentro.
Por un momento, Sylas quedó atónito en un limbo.
Había estado en este mundo que se sentía como de fantasía por mucho tiempo. Había experimentado tanto, rozado con la muerte decenas de veces. Pero ahora mismo, realmente se sentía completamente superado por la situación.
No había película, libro, ni golpes de imaginación que pudieran haberlo preparado para este preciso instante.
Mirádo fijamente a las fauces de la muerte, se encontró de nuevo en una encrucijada.
A la izquierda había un camino de cobardía.
A la derecha había un camino de valentía. Verdadera valentía. No una construida sobre la arrogancia o la sobreestimación propia. Sino una que miraba al segador con una mirada serena.