¡Fuera!

Sylas se sintió absolutamente congelado en el tiempo. No importaba cuánto lo intentara, no podía mover un solo músculo. Era como si el control sobre su cuerpo le hubiera sido arrebatado, despojado y colocado bajo el control de otro.

Mirar en las profundidades del ojo lo hacía sentir como si estuviera viendo el nacimiento del universo. Pero no en un manantial de vida, floreciendo potencialmente... se sentía más bien como si estuviera mirando las profundidades de la crueldad de la que el mundo era capaz, el tipo de crueldad que hacía que una madre pájaro abandonara a su polluelo, o que el líder de una manada de leones se comiera a los cachorros de otro león.

Era el tipo de oscuridad oculta, empapada de sangre, que estaba a su alrededor en el mundo, y en ese momento toda esa oscuridad oculta, animosidad y rabia estaban dirigidas directamente hacia Sylas.