—¿Te rindes?
Estas tres palabras, como un martillo pesado, golpearon los corazones de los miles de cultivadores alrededor. Ya habían olvidado las palabras provocadoras de Kong Xi, llenos en cambio de admiración y emoción sin fin.
Esta batalla definitivamente fue la más fuerte que jamás habían visto en sus vidas. Aunque breve, era inolvidable.
Incluso los miembros de la Familia Fang se sentían así, percibiendo a Fang Wang tan poderoso que casi les parecía un extraño. Sin embargo, no rechazaban este desconocido; en lugar de eso, se llenaron de orgullo.
Fang Yin miró la silueta de su hijo, su corazón rebosante de emociones aún más profundas.
—¡Oh, cielos arriba!
—¿Cómo llegué a engendrar semejante semilla?
Si Fang Wang no se hubiera parecido tanto a él, hubiera dudado de su propia vida.
Fang Hanyu, Song Jinyuan y los Sirvientes de la Espada se vieron abrumados por la emoción. En este momento, Fang Wang era el Santo de la Espada en sus ojos.