Jiang Wen sacudió la cabeza, no diciendo nada más, su semblante lleno de inescrutabilidad.
—No puedo creer que el otrora orgulloso descendiente de la Raza Divina haya caído tan bajo voluntariamente, hasta el punto de mezclarse con estas personas comunes —dijo Viejo A mirando fijamente a Jiang Wen.
—Aquellos que siguen caminos diferentes no pueden hacer planes juntos. Ustedes, descendientes de la Raza Celestial, desean usurpar la Suerte Qi de este mundo. Permitir que continúen por este camino sería un desastre para el mundo —sonrió débilmente Jiang Wen.
—¿Descendientes de la Raza Divina? ¿Descendientes de la Raza Celestial?
—¿No son de la Raza Humana? —Un sinfín de preguntas surgieron en las mentes de Yang Zheng y sus compañeros.
Lamentablemente, nadie les ofreció una respuesta.
—Hablas como si fueras tan noble. Tú sabes mejor qué esquemas estás tramando; al final, todos somos iguales —rió fríamente y respondió despectivamente Viejo A.