Capitulo 1:perfecto

El aula estaba en silencio, salvo por el sonido de los bolígrafos deslizándose sobre el papel. La última prueba del semestre avanzaba y, como siempre, Liam terminó antes que los demás. No porque se apresurara, sino porque lo sabía todo. Matemáticas, ciencias, historia. Aprender era tan natural para él como respirar. Entregó su examen con tranquilidad y regresó a su asiento, esperando a que los demás terminaran.

Mientras el reloj avanzaba lentamente, su mente divagó. No era la primera vez que sucedía. En los últimos años, su mente se había convertido en un espacio donde los recuerdos entraban sin permiso, donde el pasado y el presente parecían entrelazarse sin control.

"Liam, cariño, ¿quieres ir por un helado después de esto?"

La voz de su madre, tan suave y cálida, resonó en su cabeza como un eco lejano.

Apretó los labios y apartó la mirada de la ventana. No valía la pena pensar en eso. No cambiaría nada.

Cuando el timbre sonó, salió del aula con calma, ignorando las conversaciones a su alrededor.

Esa noche, la casa estaba tan impecable como siempre. El aroma de la cena flotaba en el aire, y Liam se dirigió al comedor, encontrándose con su padre sentado en su habitual lugar en la cabecera de la mesa. Alto, elegante, con una presencia imponente, su padre no era solo un cirujano reconocido, sino un hombre que imponía respeto en cualquier lugar.

—Llegaste a tiempo —comentó su padre con una leve sonrisa, observándolo con orgullo.

Liam se sentó frente a él y sirvió agua en su vaso. Siempre era así. Siempre tan ordenado. Tan… normal.

—Tu profesora me llamó hoy. Me dijo que sigues manteniendo el primer puesto en la clase. —El tono de su padre tenía ese matiz de satisfacción que solía transmitir cuando hablaba de los logros de Liam—. Estoy orgulloso de ti.

—Gracias —respondió él con una pequeña sonrisa.

Había aprendido a vivir con la ausencia de su madre. Sabía que su padre también la extrañaba, aunque nunca hablaban de ella. El tema había quedado enterrado, como si mencionar su nombre pudiera traer de vuelta el dolor que tanto esfuerzo les había costado controlar. Pero eso no significaba que no existiera.

Liam amaba a su padre. Lo admiraba, incluso cuando el silencio entre ellos se volvía pesado. Sabía que su padre hacía todo lo posible por mantenerlo a salvo, por darle lo mejor. A su manera, lo cuidaba. Y eso era suficiente.

Mientras cenaban, su padre le contó sobre su día en el hospital, sobre los pacientes, las cirugías complicadas, las conferencias próximas. Liam lo escuchaba con atención, asintiendo en los momentos adecuados, dejando que su voz llenara el espacio. Porque lo importante no era el tema, sino el hecho de que hablaban. De que todavía se tenían el uno al otro.

Después de la cena, subió a su habitación y se dejó caer en la cama, mirando el techo en la penumbra. Su madre ya no estaba, y nada podía cambiar eso. Pero su padre sí. Y mientras él estuviera allí, Liam no dejaría que la distancia los separara.

Porque, a pesar de todo, él seguía siendo su hijo. Y lo amaba

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La brisa nocturna entraba por la ventana entreabierta, haciendo que las cortinas se mecieran suavemente. Liam se quedó tumbado en la cama, con un brazo sobre los ojos, dejando que el sonido del viento llenara el vacío de la habitación. No había necesidad de encender la luz. Conocía cada rincón de este espacio, cada objeto, cada pequeño detalle. Era su refugio, su propio mundo.

Su teléfono vibró en la mesa de noche.

Lo tomó con calma y revisó la pantalla. Era un mensaje de su padre.

Papá: "No olvides abrigarte bien si vas a dormir con la ventana abierta. Buenas noches."

Liam sonrió suavemente. Su padre no era de los que expresaban afecto con facilidad, pero lo demostraba en pequeños gestos. Recordaba los tiempos en los que su madre era quien le enviaba mensajes parecidos, siempre preocupada por los detalles más simples. Ahora, su padre era quien intentaba llenar ese espacio de alguna forma.

No respondió. No hacía falta. Apagó el teléfono y cerró los ojos, permitiendo que la fatiga del día lo envolviera lentamente.

La mañana siguiente comenzó como cualquier otra.

Liam se despertó temprano, se duchó con agua fría y se vistió con su uniforme perfectamente planchado. Cuando bajó a la cocina, su padre ya estaba listo para salir. Llevaba su bata de médico sobre una camisa impoluta, con el cabello peinado a la perfección y una expresión tranquila en el rostro.

—Buenos días. —El tono de su padre era neutro, pero con ese matiz de familiaridad que Liam encontraba reconfortante.

—Buenos días. —Se sirvió café y tomó un sorbo mientras observaba a su padre revisar algunos documentos.

No hablaban demasiado por las mañanas, pero no era incómodo. Su relación había encontrado un ritmo propio con el paso del tiempo. Un equilibrio silencioso donde las palabras no siempre eran necesarias.

Cuando su padre terminó de organizar sus papeles, se giró hacia él.

—No olvides que hoy cenaremos fuera. Tengo una reunión con algunos colegas y quiero que vengas conmigo.

Liam asintió. No era la primera vez que su padre lo llevaba a esos eventos. Sabía que la gente lo observaba con curiosidad, que murmuraban sobre lo bien educado y brillante que era. "El hijo de un prodigio", "el joven con un futuro prometedor". Todos esperaban que siguiera los pasos de su padre.

No les molestaría complacer esas expectativas.

—Nos vemos en la noche. —Su padre le dio una palmada en el hombro antes de salir por la puerta.

Liam se quedó un momento en la cocina, terminando su café, y luego tomó su mochila para dirigirse a la escuela.

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El día pasó sin sobresaltos.

En clases, todo fue como de costumbre. Los profesores explicaban, los alumnos tomaban notas y Liam simplemente absorbía la información sin esfuerzo. Durante el almuerzo, sus compañeros lo rodeaban, charlando animadamente sobre deportes, exámenes y planes para las vacaciones.

Liam sonreía, respondía en el momento adecuado, pero su mente siempre estaba en otra parte.

Su vida era perfecta en apariencia. Y él mismo se aseguraba de que así se viera.

Cuando la última campana sonó, tomó su bolso y salió del edificio. La limusina de su padre ya lo esperaba en la entrada.

El chófer lo saludó con cortesía antes de abrir la puerta trasera. Liam se acomodó en el asiento de cuero y dejó escapar un suspiro mientras el auto se alejaba del campus.

No tardaron mucho en llegar al restaurante.

Era un lugar exclusivo, reservado solo para clientes con invitación. En la entrada, varios hombres de traje conversaban animadamente, sosteniendo copas de vino con elegancia. Al ver llegar a su padre, lo saludaron con entusiasmo.

—¡Doctor Archer! Siempre es un placer.

Liam bajó tras él y notó las miradas que se posaban en él. Algunas con interés, otras con admiración.

—Este es mi hijo, Liam —dijo su padre con orgullo, colocando una mano sobre su hombro.

Los murmullos no tardaron en surgir.

—Vaya, es un joven apuesto.

—Dicen que es un genio. ¿Piensa estudiar medicina como su padre?

—Con ese porte, también podría ser modelo.

Liam mantuvo la compostura, sonriendo de manera educada.

—Aún estoy considerando mis opciones —respondió con calma.

Su padre sonrió satisfecho y lo llevó a la mesa donde cenarían con algunos de sus colegas.

La cena transcurrió con conversaciones sobre cirugías complejas, avances médicos y anécdotas de hospital. Liam escuchaba con interés, pero en algún momento, su mirada se perdió en la copa de agua frente a él.

Se preguntó cómo habría sido si su madre estuviera ahí.

¿Ella también lo miraría con orgullo? ¿Se reiría suavemente cada vez que él respondía con educación a los comentarios de los adultos?

Sacudió la cabeza y desechó el pensamiento. No debía pensar en eso.

Cuando la cena terminó, su padre lo miró con una expresión tranquila.

—Estoy orgulloso de ti.

Liam parpadeó.

—¿Por qué lo dices?

—Porque sé que estas cosas no son divertidas para ti, pero sigues viniendo sin quejarte.

Por un momento, sintió que algo en su pecho se aflojaba un poco.

—No me molestan —dijo en voz baja—. Además, sé que son importantes para ti.

Su padre lo observó por unos segundos antes de soltar una leve risa.

—A veces pienso que eres más maduro que yo.

Liam sonrió un poco, y por primera vez en mucho tiempo, la cena no se sintió solo como un evento social.

Se sintió como familia.

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Cuando llegaron a casa, Liam se despidió de su padre y subió a su habitación. Se dejó caer en la cama, mirando el techo con una extraña sensación de paz.

A pesar de todo, su vida no era perfecta. Había cosas que nunca podrían cambiar. Su madre nunca volvería. Y el peso de su ausencia siempre estaría ahí.

Pero aún tenía a su padre.

Y por ahora, eso era suficiente.