El amanecer bañaba la ciudad con tonos dorados, y Liam se despertó antes de que el despertador sonara. Se levantó de la cama con la misma precisión con la que hacía todo: sin apuros, sin distracciones. Se duchó con agua fría, se vistió impecablemente y bajó a desayunar. Su padre ya estaba en la cocina, con su bata de médico puesta y una taza de café en la mano.
—Buenos días. —La voz de su padre sonaba relajada, como si la cena de la noche anterior hubiera aligerado algo en él.
—Buenos días. —Liam sirvió café para sí mismo y se sentó frente a él.
El sonido de los cubiertos sobre la porcelana fue la única conversación entre ellos por un momento. Pero ese silencio no era incómodo. Era simplemente… normal.
—No volveré temprano hoy. —Su padre finalmente rompió el silencio—. Tengo una cirugía complicada esta noche.
Liam asintió. Estaba acostumbrado. Su padre era un cirujano brillante y su trabajo siempre estaba primero.
—Está bien. Llegaré a casa después del club de estudio.
Su padre le dedicó una última mirada antes de recoger su maletín y salir de la casa.
Liam terminó su desayuno, recogió su mochila y salió hacia la escuela.
El día transcurrió sin incidentes. Pruebas, deberes, conversaciones superficiales con sus compañeros. Todo como siempre.
Después de la última clase, en lugar de ir directamente a casa, decidió quedarse en la biblioteca para adelantar sus lecturas. El club de estudio no era obligatorio, pero le servía como excusa para no volver temprano a una casa vacía.
Se acomodó en una de las mesas junto a la ventana, sacó su cuaderno y comenzó a revisar ecuaciones complejas. El resto de los estudiantes charlaban en voz baja, pero él los ignoraba.
Hasta que alguien habló a su lado.
—¿Liam?
Levantó la vista.
Era Isaac, uno de los chicos más populares de la escuela. Alto, carismático y con una sonrisa que parecía desarmar a cualquiera. No era parte de su círculo cercano, pero se conocían lo suficiente como para intercambiar saludos.
—No esperaba verte aquí —dijo Isaac, dejando su mochila sobre la mesa y sentándose sin esperar invitación—. Siempre pensé que eras del tipo que estudia en casa.
Liam mantuvo su expresión neutral.
—Es más tranquilo aquí.
—Ya veo. —Isaac apoyó la barbilla en una mano, estudiándolo con una curiosidad que incomodó a Liam por primera vez en mucho tiempo—. Oye, ¿qué harás después de esto?
—Volveré a casa.
—¿Y si te invito a una fiesta?
Liam parpadeó.
—¿Fiesta?
Isaac rió.
—Sí, ¿qué? ¿Crees que solo los atletas y los chicos rebeldes van a fiestas? Será algo tranquilo, nada exagerado. Solo algunas personas en la casa de un amigo.
Liam dudó. No era de los que asistían a fiestas. No porque no pudiera, sino porque nunca había sentido la necesidad.
—No creo que sea una buena idea.
—Oh, vamos. —Isaac sonrió con un brillo astuto en los ojos—. Por una vez, ¿por qué no hacer algo diferente?
Liam dudó por un momento más… y luego, para su propia sorpresa, dijo:
—Está bien.
Isaac pareció sorprendido por su respuesta, pero rápidamente sonrió.
—Sabía que dirías que sí.
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La casa de la fiesta no estaba lejos. No era una mansión como la suya, pero tenía el suficiente espacio como para albergar a una docena de estudiantes. La música no era ensordecedora, pero era lo suficientemente fuerte como para vibrar en el pecho.
Liam entró y de inmediato sintió las miradas.
No era el tipo que esperaban ver en un lugar como este.
—¡Liam Archer! —Una chica de cabello castaño se acercó con una copa en la mano—. Nunca pensé que vendrías.
—Yo tampoco —respondió él con tranquilidad.
Isaac pasó un brazo sobre sus hombros.
—Déjenlo respirar, chicos. Le prometí que sería algo tranquilo.
Pero no fue tranquilo.
Liam no bebía, pero aceptó un vaso de soda. Se quedó en un rincón, observando. Viendo cómo los demás reían, bebían y bailaban.
Y entonces, sintió que algo estaba mal.
La soda.
Había algo en la soda.
Su visión se nubló un poco y su cuerpo se sintió más pesado.
Miró a Isaac, que lo observaba con una sonrisa que parecía más grande de lo normal.
—Relájate, Liam. Solo te ayudé a soltarte un poco.
La casa vibraba con la música, el aire estaba impregnado de risas y el leve aroma del alcohol flotaba entre los cuerpos que se movían al ritmo de la música. Liam, por primera vez en mucho tiempo, se sentía vivo.
El peso de la perfección, de la rutina estricta, de la constante necesidad de hacer lo correcto, se desvanecía con cada trago que daba a su vaso. No estaba borracho, pero tampoco estaba completamente sobrio.
Isaac se inclinó hacia él con una sonrisa pícara.
—Sabes, Archer, nunca pensé que tendríamos el honor de verte en una fiesta.
Liam alzó una ceja.
—¿Por qué?
—Porque eres el chico perfecto —dijo Isaac, dándole un leve golpe en el hombro—. Pero esta noche… esta noche eres uno de nosotros.
Liam soltó una risa baja, sorprendido por lo fácil que le salía.
—Supongo que sí.
Isaac sonrió y se giró, llamando a alguien entre la multitud.
—Hey, Ethan, ven acá.
Liam no reaccionó de inmediato, pero cuando vio al chico acercarse, sintió una extraña sensación en el pecho.
Ethan era hermoso.
No de una manera delicada, sino de esa forma despreocupada y natural que hacía que la gente lo notara sin que él siquiera lo intentara.
Su cabello rubio tenía un desorden encantador, con mechones cayendo sobre su frente. Sus ojos, de un azul vibrante, tenían un brillo juguetón que combinaba con su sonrisa fácil y confiada. Su piel blanca parecía resplandecer bajo las luces cálidas del lugar.
Cuando llegó hasta ellos, su mirada se posó en Liam con un destello de interés.
—¿Así que este es el famoso Liam Archer? —dijo con un tono ligero, cruzándose de brazos.
Liam se inclinó ligeramente hacia adelante.
—¿Por qué todos me llaman así?
Ethan sonrió, ladeando la cabeza.
—Porque eres el chico de las notas perfectas, el hijo modelo, el que nunca rompe las reglas.
Liam lo miró fijamente.
—Tal vez no me conocen lo suficiente.
Ethan rió entre dientes, dando un paso más cerca.
—Eso me gusta.
Isaac los observó con diversión antes de palmar la espalda de Ethan.
—Ethan, hazme un favor y cuida de nuestro querido Liam. No queremos que su primera fiesta sea aburrida.
Ethan alzó una ceja con una expresión que bordeaba la travesura.
—Oh, puedo encargarme de eso.
Antes de que Liam pudiera decir algo, Ethan lo tomó de la muñeca y lo arrastró al centro de la sala.
—Ven, bailar es obligatorio.
Liam se quedó quieto por un segundo.
—No soy un gran bailarín.
Ethan sonrió de lado.
—Perfecto, entonces yo llevaré el ritmo.
Sin más preámbulos, colocó sus manos en los hombros de Liam y lo empujó suavemente al compás de la música. Al principio, Liam sintió su cuerpo rígido, acostumbrado a mantener el control. Pero Ethan tenía una energía magnética, su risa era ligera, su forma de moverse era fluida, sin preocupaciones.
Y de alguna manera, sin siquiera darse cuenta de cuándo sucedió, Liam comenzó a disfrutarlo.
Ethan lo guiaba con facilidad, sin presionarlo, sin burlarse. Solo riendo cuando Liam hacía algún movimiento torpe y celebrando cuando lograba seguir el ritmo.
—Ves, Archer. Solo tienes que dejarte llevar.
Liam exhaló y lo hizo.
Los minutos pasaron y, cuando la canción terminó, Ethan lo miró con satisfacción.
—Sabía que podías hacerlo.
Liam se pasó una mano por el cabello, sintiendo el calor de la adrenalina en su piel.
—Fue… divertido.
Ethan sonrió.
—Lo sé.
La mirada entre ellos se sostuvo por un segundo más de lo necesario. Luego, Ethan inclinó la cabeza con una sonrisa traviesa.
—Ven, quiero mostrarte algo.
Sin esperar respuesta, lo tomó de la muñeca otra vez y lo sacó de la sala. Subieron unas escaleras y salieron a una terraza privada, lejos del ruido y las luces de la fiesta.
El aire nocturno era fresco, y las estrellas brillaban sobre ellos.
Liam apoyó los codos en la baranda, disfrutando del contraste entre la energía de la fiesta y la tranquilidad del cielo nocturno.
Ethan se apoyó a su lado, observándolo con interés.
—Entonces, dime, Archer… ¿cómo se siente ser alguien diferente por una noche?
Liam se quedó en silencio por un momento, dejando que la pregunta flotara en el aire.
Luego, miró a Ethan y sonrió.
—Se siente bien.
Ethan sonrió, satisfecho.
—Me alegra escuchar eso.
Y con eso, la noche continuó, con Liam sintiendo que, por primera vez en su vida, no tenía que ser perfecto.
El aire fresco de la terraza le sentaba bien a Liam. Después de la intensidad de la fiesta, el ruido, la música y la euforia de bailar con Ethan, este momento de calma era justo lo que necesitaba.
Ethan estaba a su lado, apoyado en la baranda, con una expresión de satisfacción mientras jugaba distraídamente con una pulsera de cuero en su muñeca.
—Entonces, Archer —dijo con su tono desenfadado—, ¿esto es lo que te estabas perdiendo todo este tiempo?
Liam exhaló con una leve sonrisa.
—Tal vez.
Ethan soltó una risa baja.
—Me alegra haber sido el primero en sacarte de tu burbuja.
Liam giró el rostro para mirarlo, dispuesto a responder algo ingenioso, pero en ese momento lo vio.
A lo lejos, un auto negro avanzaba por la calle oscura. Sus faros iluminaban el camino con un resplandor pálido. Al principio, no le dio importancia, pero entonces su mirada se enfocó mejor.
Ese auto… lo conocía.
El latido en su pecho se volvió más fuerte.
No puede ser…
Era el auto de su padre.
Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Cómo? ¿Cómo supo que estaba aquí? Él no lo había llamado. No había dejado rastro. Nadie debía saber que estaba en esta fiesta.
Liam sintió cómo su cuerpo se tensaba de inmediato.
—¿Liam? —Ethan lo miró, notando el cambio en su expresión.
Pero Liam no respondió. Sus ojos seguían fijos en el auto negro, que ahora se detenía frente a la casa.
El motor se apagó.
La puerta del conductor se abrió.
Y entonces, su padre bajó del auto.
El mundo pareció detenerse por un momento.
Ethan lo observó con curiosidad.
—¿Ese… es tu padre?
Liam apenas pudo asentir.
Su padre estaba ahí, de pie junto al auto, con su habitual postura elegante y controlada. Pero había algo diferente esta vez. Su expresión era seria, fría, completamente opuesta a la de la cena de la noche anterior.
Él sabe que estoy aquí.
Pero… ¿cómo?
Liam tragó saliva y se apartó de la baranda.
—Tengo que irme.
Ethan lo miró con una mezcla de diversión y curiosidad.
—¿Por qué?
—No es de los que simplemente dejan pasar esto.
—¿Te escapaste de casa o qué?
Liam negó con la cabeza, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
—No. Pero no le dije que vendría.
Ethan inclinó la cabeza, como si estuviera analizándolo.
—Entonces, ¿por qué está aquí?
Esa era la pregunta que también estaba en la mente de Liam.
¿Cómo lo había sabido?
¿Por qué había venido personalmente?
Liam sintió un nudo en el estómago. No era que tuviera miedo de su padre. Lo amaba. Lo respetaba. Pero nunca lo había visto actuar así.
Un auto negro en mitad de la noche.
Aparición repentina.
Expresión tensa.
Esto no era una simple preocupación.
Había algo más.
—Voy a hablar con él —dijo Liam, enderezándose.
Ethan alzó una ceja.
—¿Necesitas ayuda?
Liam negó con la cabeza.
—No. Esto es entre él y yo.
Dio un paso hacia la salida de la terraza, pero Ethan lo detuvo con una mano en su muñeca.
Liam se giró con el ceño fruncido.
Ethan lo miró fijamente, su actitud juguetona desaparecida por completo.
—Si necesitas una excusa para salir de esto… dime.
Liam no supo qué responder.
Solo se quedó mirándolo un segundo antes de apartar suavemente su muñeca y bajar las escaleras.
Con cada paso que daba, su corazón latía más rápido.
Y en su mente, solo había una pregunta.
¿Cómo supo que estaba aquí?
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