Abro los ojos, Agarro el revolver debajo de la almohada, estiro mis hombros y me apoyo en la cama.
El aire es pesado, y puedo sentir mi brazo izquierdo entumecido por mi costumbre de recostarme sobre el, Tengo que cambiar esta costumbre, es mas difícil cargar el revolver a la mañana de esta manera. Al asentarme en la cama puedo escuchar el sonido del motor esperándome en la puerta. "ya salgo, ya salgo."
Extiendo la mano hacia la mesita de luz. El cuchillo sigue en su sitio.
A través de las ventanas, se puede ver un haz de luz que atraviesa y viola la habitación como si fuese suya, me despierta, me obliga a despertar. "La luz del sol ya esta contaminando esta pieza."
Miro el cuadro de madre. Mi reflejo se mezcla con el suyo en el cristal. No sé qué espero ver, ni por qué sigo mirando. Me acerco a mi perchero, nada que destacar, un montón de uniformes policiales, un uniforme de gala, negro con un rango... "Frank esta apunto de quebrarse."
unos tres pares de zapatos, ordenados en uso. debería cambiar los marrones, se manchan demasiado...
Me quito la ropa lentamente, dejando que el aire frío roce mi piel mientras preparo mi atuendo. Primero me coloco mis calzones negros, simples pero funcionales. Entre las camisas, mis dedos recorren las telas hasta detenerse en la blanca de cuello ascot; algo me dice que hoy voy a necesitar comodidad por encima de todo.
Busco los shirt garters en el cajón y, con movimientos metódicos, los ajusto alrededor de mis muslos, asegurándome de que queden firmes para mantener la camisa en su lugar. A continuación, abro el cajón inferior y saco un pantalón negro de uniforme, tan sobrio como el resto del conjunto.
Ahora vienen las medias y los zapatos negros, ambos pulidos y listos, reflejando una profesionalidad que nunca abandono.
Con movimientos precisos, tomo el holster y lo coloco alrededor de mis hombros, dejando que las correas se crucen en mi espalda. Ajusto cuidadosamente en el cuarto agujero, asegurándome de que el arnés quede firme pero cómodo. Engancho la mordaza a mi cinturón, tirando ligeramente para verificar su tensión, y permito que el soporte descanse en el lugar perfecto.
Tomo el revólver con suavidad, notando su peso familiar en mi mano. Lo deslizo en su funda, como si lo devolviera a su descanso habitual, asegurándome de que quede perfectamente asentado bajo mi axila izquierda. Un ajuste final al arnés confirma que todo está en su lugar: apretado, discreto y listo para cualquier eventualidad.
Con el revólver asegurado, tomo el cinturón, preparándolo para recibir la bayoneta M8. Lo paso alrededor de mi cintura, ajustándolo para que quede firme pero no restrictivo. La funda de la bayoneta encuentra su posición en la parte trasera, justo en el centro de mi espalda, oculta bajo la chaqueta, pero accesible con un solo movimiento si fuera necesario. Un leve tirón confirma que está lista para la acción.
Finalmente, me agacho ligeramente y ajusto la funda del tobillo en la pierna derecha. Dentro de ella, deslizo con cuidado una pequeña navaja, un arma discreta y práctica para emergencias. La funda se adapta perfectamente, sin sobresalir ni estorbar mis movimientos, oculta bajo el dobladillo del pantalón.
Al terminar puedo ver al espejo todo listo, Camisa blanca, Pantalón del uniforme negro, Zapatos negros recién lustrados, El cinturón de hombro, con el revolver. El cinturón en mi cintura con la bayoneta. y por ultimo invisible a todos, incluso para mi, un holster en mi tobillo con una pequeña pero sutil navaja.
El ultimo paso antes de poder retirarme, mi Saco, es negro sin detalles, sin detalles al alrededor, a excepción de un reloj de bolsillo, y una costura hecha por mi madre, Recuerdo que se rompió por un entrenamiento en el cual teníamos que buscar varias maneras de cargar el cuchillo sin tener un holster, decidí el bolsillo interno, buena idea, mala ejecución. Suspiro.
Deslizo los brazos en el saco negro, sintiendo la costura firme en los hombros. El peso del reloj de bolsillo es casi imperceptible, pero está ahí, como un recordatorio del tiempo que nunca espera. "Cada hebilla asegurada, cada costura alisada, cada arma en su sitio. Todo se mueve al compás del motor que espera afuera. No se impacienta, pero tampoco calla."
Camino por la habitación me acerco a la puerta y antes de salir cojo mi documentación, un monedero y una sola bala, y la guardo en el bolsillo pequeño de mi pantalón Una bala, una posibilidad. No espero usarla, pero es mejor tenerla y no necesitarla, agarro el desayuno ya preparado por samantha. Tenia unas palabras resguardando la comida como un fantasma. "Joven Amo, recuerde comer, es necesario. atte Samantha"
"Como siempre, su letra pulcra y cuidadosa. Como si la disciplina también pudiera escribirse."
Al salir el calor del día me golpea primero. Luego, el humo. Luego, el peso de la ciudad y a su gente. Pesado. Sofocante. Inevitable.
El uniforme esta arrugado, un botón flojo en la chaqueta de Claude. Detalles pequeños, pero en este trabajo, los detalles son lo único que importa.
Aquí, las familias son policiales o militares. No por vocación, sino por costumbre. Como una herencia que nadie pidió.
pero la mayoría solo hacen su trabajo por obligación, o por el beneficio económico, no porque sepan lo que realmente significa llevar su cargo.
El portazo resuena tras de mí.
El aire huele a hierro y humo. Sin perder tiempo, ordeno:
"Claude, informa. ¿Qué ha pasado?"
Me acomodo en la parte trasera de la patrulla. Desde el espejo retrovisor, veo la tensión en su rostro. Su mano derecha descansa sobre el volante, firme, pero la izquierda se mueve de manera involuntaria. Sus nudillos están más blancos de lo normal.
Lo noto. No es el calor. Es un tipo distinto de sudor.
Cuando le pido el informe, no me mira a los ojos. Su respiración cambia.
Algo no quiere decirme.
"Claude, di lo que estás pensando. No me hagas perder el tiempo."
Duda. Lo veo apretar la mandíbula antes de hablar.
"Jefe... parece que el señor Frank tuvo otro ataque."
Lo suelta de golpe, como si quisiera deshacerse de las palabras antes de que lo ahoguen.
"Los oficiales… van a venir nuevamente a la comisaría. Si esto sigue así, podrían empezar a despedirnos. ¿Qué pasa si… si comienzan a desmantelar nuestra unidad?"
Ahí está. Su verdadero temor.
Mantengo la mirada fija en el retrovisor.
"Claude, mira a la carretera."
Obedece.
"Segundo, no te preocupes. Ahora mismo estás en mi grupo. No tienes nada de qué preocuparte."
Hago una pausa. Dejo que sus pensamientos se revuelvan solos antes de arrojar la siguiente pieza.
"Solamente espera."
Silencio.
No le doy más explicaciones, pero sé que él quiere una.
Finalmente, pregunta con cautela:
"Jefe, ¿me podría explicar cómo proceder?"
Lo miro con interés. Mis muchachos son nuevos. Jóvenes. Entrenados por mí.
Confío en ellos.
Pero no les regalo nada.
"Dímelo tú. Eres capaz, Claude."
Veamos si ha aprendido.
Lo escucho respirar profundamente. Su mente está trabajando.
"Frank... su actuar es distinto."
Empieza bien.
"Está nervioso. Algo lo ha hecho moverse. Algo que usted hizo lo activó… y lo obligó a actuar de manera estúpida."
Una pausa.
"Lo obligó a decidir."
Interesante.
"Y supongo que es mejor que lo vean como un comisario con problemas internos… que como un subversivo."
Eso fue inteligente. Lo dejo seguir.
"Pero falta algo."
Claude traga saliva. Su voz se vuelve más firme.
"Un trato. Un secreto. O quizás… algo que nadie más sabe excepto usted. Algo lo suficientemente consternante como para que lo obligue a doblegarse."
Ahí está.
Ya entendió el juego.
"Familia… no."
Descartado de inmediato.
"Dinero… tampoco es un problema."
Correcto.
"Conexiones… ¿Frank estaba vinculado a un sector de la rebelión?"
Se acerca. Pero hay algo más profundo.
Lo dejo pensar.
"O aún más peligroso…"
Ahora su voz baja.
"¿Frank mató a un noble?"
Sonrío levemente.
"Bingo."
Dije la palabra casi en un susurro, como si ya lo hubiera previsto. Dentro de poco los rangos en esa comisaría van a cambiar. Y no nos va a molestar. Va a mejorar.
"Cuando lleguemos, avísale a la unidad que se preparen. Va a ser una semana turbulenta y nos faltan personas. Elizabeth aún no vuelve, y estoy cansado de tener que rehacer la foto de la unidad."
"Jefe, ¿qué harás con Andrew?"
"Probarlo."
El ambiente en la patrulla se tornó más tenso. El motor seguía rugiendo bajo nosotros, constante, opresivo.
"Lo llevaré hoy conmigo si surge algo. Así que los grupos cambiarán. Elizabeth y Carter no están y probablemente vuelvan en una semana. Por hoy, estás solo, Claude. No te preocupes, encontraremos a alguien pronto… y tengo el presentimiento de que ese día es hoy."
Un destello de incomodidad cruzó el rostro de Claude. Se mojó los labios, como si sopesara sus palabras.
"¿Objeciones?"
Vamos, dilo.
Claude apretó la mandíbula. Luego, con un resoplido, escupió:
"Solo una, Jefe."
Lo miré de reojo.
"Escupe."
"Andrew. Entiendo por qué lo trajo a la unidad, pero esa escoria no es más que basura noble. Ni siquiera sabe por qué está aquí."
Una afirmación dura. No equivocada.
"Claude, recuerda que estamos en público. Y yo también soy esa 'basura noble'."
"Usted no es lo mismo, Jefe."
Giré la cabeza hacia él.
"Explícate."
"Él no entiende por qué está aquí. Usted sí."
Dejé que sus palabras flotaran en el aire unos segundos antes de responder.
"No te preocupes. Hoy lo probaré. Si no sirve, no vuelve a la unidad."
Claude asintió, satisfecho.
"Eso es todo lo que pido, Jefe."
El sonido del motor volvió a ocupar el silencio. Las calles empezaron a ensuciarse, dejando atrás las viviendas para dar paso a locales, plazas y, finalmente, la silueta familiar de la comisaría, esperándonos a lo lejos.
La primera vez que encontré a Claude, el era Claude de Lorraine Estaba desmayado de pie, con su espada en la mano derecha y en la izquierda sosteniendo una lista con nombres, rodeado de esos cadáveres, En una lluvia de sangre. lo entiendo después de lo que paso en esa casa de locos hubiera actuado de la misma manera.
cuando ingreso por primera vez a la unidad era alguien reactivo, una mirada capaz de asesinar, Melena dorada. Ojos rojos. Brillaban en la oscuridad como brasas, incluso cuando su voluntad estaba rota.
El motor ruge bajo mis pies, vibrando a través del metal y la madera gastada de la patrulla. A lo lejos, entre la bruma y el hollín, una estructura familiar se recorta contra el cielo gris.
Hoy va a ser un día pesado.