Un hombre sabio dijo una vez: «No lo toques si no estás listo para jugar con ello.»
Claramente, un cierto maestro de la puerta no escuchó tal sabio consejo.
Entonces, cuando algo la tocó por la espalda, decidió tocarlo y ahora, sujeto en su mano como el puño de su espada, hay algo con lo que nunca planeó tocar hoy ni nunca.
—Te lo dije —sonrió Kent, sintiendo que su cuerpo se estremecía, su mente en blanco y sus emociones mezcladas y en tumulto.
Entonces el dragón asintió, enviando una ola de electricidad a través de sus brazos. Inmediatamente lo soltó y se cubrió la cara con ambas manos mientras yacía en los brazos de Kent.
—No hay necesidad de ser tímida al respecto. Es tuyo para jugar, igual que como yo juego con tus melones gemelos —dijo Kent, haciéndola sentir un poco mejor acerca de su acción repentina.
De hecho, parecía haberse derretido un poco, y ahora, después de que Kent bajara por ella un rato, empezó a ver que quizás dar este paso no era tan malo después de todo.