—Ni siquiera voy a preguntar qué es lo que está presionando contra mi espalda —dijo Zaila, sintiendo algo semi-rígido presionado contra su trasero.
—Probablemente sea lo mejor —se rió Kent.
—Eres un pervertido. Lo sabes, ¿verdad? —dijo Zaila, y Kent simplemente se inclinó y besó su cuello, haciendo que su cuerpo se estremeciera, aunque una sonrisa apareció en su rostro.
—Te hice olvidar tu dolor, así que diría que este pervertido gana —Kent no estaba tratando de seducirla, pero tampoco intentaba incomodarla.
Esta mañana era para que ella se aferrara a ella, para que cuando regresara a la pesadilla, supiera que había un pervertido allá afuera esperando a que volviera.
Kent ya le había dejado claro que no la dejaría escapar de entre sus dedos, así que más le valía ponerse cómoda y saborear este momento.
Naturalmente, durante su tiempo juntos, Kent comenzó a aprender cómo pasar mejor el tiempo con sus damas en el futuro. Había mucho que podían hacer.