—¿Qué demonios es esta mierda?
El agua alrededor de Kent literalmente estaba hirviendo como si hubiera sido prendida en fuego. Kent era un cultivador, por lo que ni siquiera derramar ácido sobre él le haría daño, y mucho menos el fuego.
Sin embargo, cuanto más hervía el agua, más caliente se volvía su alma.
Su piel no se estaba quemando, pero su alma estaba en llamas, y mientras continuaba observando los ojos carmesí acercarse, no pudo evitar preguntarse de dónde provenían estas criaturas.
Parecían más grandes que mansiones, y sus formas eran aún más grotescas que las de los Trenchs. Aparecían imponentes, monstruosos, y aún más devastadores para la mente.
Kent solo podía observarlas acercarse. Cuanto más se acercaban a él, más borrosa se volvía su visión, considerando que la presión que emanaban las criaturas no era algo que pudiera soportar.