—Eres tú —dijo Kent, mirando a la figura que apareció en el aire con una expresión tranquila. Es un hombre que, aunque no es tan viejo, tampoco parece joven.
Su apariencia está retorcida, apropiada para alguien que no ha sido bendecido con buenos rasgos. Al escuchar la pregunta de Kent, la figura eligió entretenerlo.
—Muy bien. Ya que eres el que logró que toda una organización que ha existido durante miles de años llegara a tales extremos y pidiera mi ayuda, no me importa decirte mi nombre, y lo mal que se avecina para ti.
La risa del hombre era retorcida, revelando lo increíblemente malvado que era.
Las personas que aún estaban procesando la aparición repentina de Kent, y el hecho de que había masacrado a casi cuarenta personas en menos de un minuto, sintieron como su energía se agotaba al pararse cerca de Kent y el recién llegado.
Comenzaron a retroceder, dándose cuenta de que lo que estaba ocurriendo no era algo a lo que pudieran permitirse estar cerca.