Soleia fruncía el ceño mientras intentaba recordar eventos pasados.
—Me secuestraron, desperté en las alcantarillas... tú me rescataste y encontramos la entrada secreta de vuelta a su tienda. Y tomamos muchas de sus gemas —dijo Soleia, con los labios levantándose al recordar las preciosas gemas que estaban anidadas en su propio cuerpo.
Luego, solo para verificar que Sir Ralph todavía tenía sus gemas, desplazó sus muslos para presionarlos contra los suyos. Había algo afilado y puntiagudo pinchándola, lo que la hizo sentir más tranquila.
Rafael Biroumand dejó de moverse. ¿Soleia intentó manosear su muslo con el suyo? ¡Qué atrevida! Una sonrisa complacida cruzó su rostro, pero continuó manteniendo la calma.
—Princesa, ¿pasa algo?
—Nada, solo comprobando si todavía tienes las joyas preciosas —dijo Soleia, sintiéndose un poco avergonzada.