Soleia caminaba inquieta alrededor del campamento, frotándose los brazos para mantenerse caliente. A pesar de ser la dama de la casa, ninguno de los hombres de Orión se molestaba en ofrecerle ayuda, ya fuera una manta extra o gachas de su desayuno.
Soleia intentó no tomárselo demasiado personal. Las porciones de desayuno ya eran de por sí bastante mezquinas. Supuso que Orión debía haber querido salir hacia el palacio casi inmediatamente, y no había gestionado bien los suministros.
En su lugar, decidió esperar el regreso de Sir Ralph. Necesitaba aliviarse, pero no se sentía cómoda yendo sola y sin protección para hacerlo, y no confiaba lo suficiente en los guardias como para quedarse con ellos en una posición tan vulnerable.