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—Esto dolerá —le dijo a Reitan. Este último apretó los labios pero asintió.

Con un empujón y un giro, un crujido resonó en el aire. No se necesitó magia― Ralph recolocó en su sitio el hombro dislocado de Reitan. Un breve grito de dolor escapó de sus labios, pero tan pronto como lo hizo, su rostro se iluminó. El dolor había desaparecido tan rápido como llegó, y con él se fue el malestar.

Ralph sonrió al mirar su trabajo. Luego, se volvió hacia Soleia.

—¿Cómo lograste escapar del Príncipe Florian? —preguntó con curiosidad.

—Yo —Soleia se detuvo en seco, su voz atrapada en su garganta.

¿Debería contarle a Sir Ralph lo que había sucedido? Después de todo, había pasado dos décadas de su vida pensando que no tenía poder. No era solo ella, todo el reino de Vramid y los aliados del reino sabían que su tercera princesa había nacido sin magia. Qué extraño sería decir de repente que había despertado algo.