—¿Estaban brillando? —repitió Neville incrédulo.
Se inclinó y examinó la suave curva de la oreja de Soleia, donde un pequeño pendiente de cristal de selenita yacía inocentemente. Lo tocó con cautela; el cristal estaba frío al tacto. Luego, lo retiró cuidadosamente para examinarlo más de cerca.
Era simplemente un pendiente de selenita ordinario, sin mecanismos ocultos o trucos. Rafael carraspeó irritado.
—La princesa adora este par de pendientes. Pónselo de nuevo —dijo Rafael, y Neville se apresuró a obedecer.
Mientras tanto, Orión tuvo que ignorar una vez más los celos mezquinos que empezaban a asomar su fea cabeza. Ralph sabía que este era su par de pendientes favorito. Orión ni siquiera sabía que tenía otros con los que compararlos.
Neville torció los dedos mientras miraba entre Orión y Rafael. —A decir verdad... ¿estás seguro de que fue eso lo que viste, Duque Elsher?