—Soleia, la voz de Celestina resonó fuerte desde fuera —. ¡No te quedes ahí adentro, hace frío!
—¡Cierto, ya salgo! —Soleia entró en pánico.
Recogió rápidamente sus faldas y salió corriendo de su habitación para encontrarse con sus hermanas. Sabía que ellas tenían las mejores intenciones, pero su pequeña hazaña levantaría más de una ceja y las llevaría a hacer preguntas que Soleia realmente no quería responder.
Nadie podía saber sobre esta habilidad suya.
Mientras tanto, Bellaflor lanzó a Celestina una mirada de disgusto al ver a su hermana menor resoplar patéticamente con la nariz roja. Palmoteó el cabello de Soleia y le frotó los hombros.
—Mira lo que le has hecho a la pobre Soleia. Parece un payaso ahora, justo antes de la cena. ¡Se supone que debe hacer juego con su marido, no con Florian! —exclamó.
—No es para tanto —protestó Soleia mientras caminaban hacia el comedor—. He pasado por situaciones peores.