Visto, No Oído

—¡Padre! —Soleia se detuvo. Una vida de obediencia bajo el dominante pulgar de su padre no se extinguía tan rápidamente, pero su mente estaba atormentada con preocupación por la situación de Reitan. Con cada segundo que pasaba, la espalda de Orión se hacía más pequeña en la distancia, hasta que fue tragado por los altos árboles.

El corazón de Soleia se hundió. Su esposo ni siquiera le lanzó una mirada atrás. Orión no había escuchado su llamado.

Desanimada, no pudo evitar recordar la escena de su regreso tres años atrás. Mucho había cambiado, pero algunas cosas seguían igual. En aquel entonces, él y sus hombres también habían cabalgado hacia Drankenmire sin ninguna preocupación.

Ahora, Soleia solo podía esperar que Orión cumpliera su promesa. Reitan era un jinete débil; quizás podría alcanzarlo. Quizás Orión cabalgaba tan rápido para poder encontrarlo antes.