Brisa Marina Salada

Soleia deambulaba por su habitación y gritaba a los guardias que la dejaran salir, pero fue inútil. Los dos hombres que la custodiaban solo le lanzaban una mirada de disculpa, pero seguían firmemente devotos a sus puestos.

Cansancio se infiltraba en sus huesos. Soleia cambió su vestido de boda por un simple camisón y se arrojó sobre su cama. Su cuerpo anhelaba descansar, pero su mente seguía funcionando a toda velocidad y su estómago se retorcía de preocupación por toda la casa de Orión.

¿Estarían todos muertos por la mañana? ¿Cuántos de ellos estarían ya muertos en este momento?

El sueño era intranquilo, pero se rompió cuando escuchó un altercado justo fuera de su habitación. Su corazón latía acelerado; ¿había Sir Ralph escapado de los calabozos para buscarla?

Pero la puerta se abrió revelando la sonrisa maniática de Florian. Soleia retrocedió apresuradamente, levantando las manos.

—¿Qué haces aquí? —exigió—. ¿Qué quieres?