Serpiente de un Hombre

Rafael parpadeó, como si estuviera confundido. Ladeó la cabeza como un niño curioso. —Princesa Nessa, tú sabes quién soy.

—¡No, no lo sé! —Nessa casi chilló—. Si eres un humilde caballero terrateniente, me comeré todo el pie. Ningún plebeyo podría tener un tipo de magia tan poderoso. ¡Es demasiado distintivo!

O más precisamente, ninguna familia real dejaría vivir a un plebeyo con un poder tan aterrador para contarlo.

—Ningún plebeyo que tú conozcas —corrigió Rafael con calma—. Extendió los brazos. —Pero aquí estoy. Prueba viva de que los plebeyos pueden tener poderes increíbles. Ya has conocido a Orion. Era un plebeyo y mató un dragón. Tal como están las cosas, nuestra existencia es rara, pero no es imposible.

Rafael bajó la mirada y atrajo su atención intencionadamente hacia el estado de Orion. Seguía en su celda, apenas respirando.