La traición de una toalla

Rafael debió haber muerto e ido al cielo. No había otra explicación plausible para la vista divina que lo saludó en el momento en que abrió la puerta de su habitación. Pero luego, dudaba mucho haber hecho suficientes buenas acciones para merecer una entrada a las puertas del cielo, lo que significaba que esto era la realidad.

Se dio una bofetada para estar seguro. Pero esa pequeña acción sacudió su toalla ya desprendida, provocando que se cayera.

—¡Oh, mierda! —Rafael se apresuró a agarrarla, pero ya era demasiado tarde. Soleia había visto de más de sus joyas familiares, y soltó un chillido que hizo volar a los pájaros de sus árboles.

—Esperaba que fuera por la repentina desnudez, y no porque encontrara su virilidad desagradable. Sería terriblemente difícil hacer cualquier cambio cosmético sin perderla por completo.