Debajo de la Máscara

Las lágrimas rodaban por las mejillas de Soleia mientras miraba a Rafael, con los labios temblando de incredulidad. Los ojos de Soleia parecían nublarse, y por un segundo apenas podía ver los rasgos claros del hombre frente a ella. Pero sus ojos, tan claros y verdes como siempre, se mantenían igual que los recordaba. Él la miraba con una intensidad tan vibrante que su corazón palpitó y su respiración se agitó.

Soleia levantó una mano, rozando con el dedo el casco que el soldado llevaba. Ahora que podía verlo mejor sin tener que preocuparse por Ricard, podía ver los rasgos que amaba. Estaba segura de que era Rafael, y a juzgar por la ligera diversión en sus ojos, sabía que él estaba reprimiendo su propia sonrisa.

—Pensé que no estarías muy feliz de verme —dijo Rafael, su voz ligeramente amortiguada por el casco que llevaba—. Tengo que admitir que estoy bastante conmovido de que todavía llores por mí.