Caída. Parte. – 1.

Joan camina hacia su colegio con la mirada perdida en su teléfono, pensamientos ahogaban su mente, desde atrás llega Estefanía y le pega en la espalda, se da vuelta, pero no ve a nadie, cuando se endereza ella se le aparece de frente asustandolo.

 —Buenos días.

 —Hola, buenos días.

Ella lo nota distante, distraído, algo andaba mal, esta fuera de lugar, como desconectado de la realidad.

Ella se acomoda a su lado y sigue sus mismos pasos, mira los pies de él y compara su altura mira desde abajo hacia arriba, siendo más baja que él se molesta, suspira para aliviar aquel malestar, se toma suavemente de las tiras de su mochila y camina sin doblar las rodillas.

Luego de unos minutos caminando en silencio ella lo rompe con una pregunta.

 —¿Porque estás mirando tu celular? ¿Qué pasó?.

Se lo dice mientras trata de acercarse a su teléfono para ver de qué se trataba.

 —¿Acaso estás viendo cosas sucias?.

 —¡¿QUE?! No, nada de eso, es que hay una persona que estuvo mandándome mensajes raros todo este fin de semana y aún lo sigue haciendo.

 —¿Que tipos de mensajes?.

 —Me pide que nos encontremos, que necesita hablar conmigo, que le contesté, no se si sera una broma.

 —¿En que te habrás metido?.

 —En nada, no lo se, no tengo idea de cómo sacó mi número, es todo tan raro, yo a mi teléfono no se lo pasó a cualquiera, solo mis amigos lo tienen

Ella escucha esas palabras tan natural y se siente tan afortunada de haberla oído, estaba etiquetada en una palabra que antes la usaba en terceros, nunca fue aplicada en ella hasta este momento.

Las horas pasaban y él aún no deducía quien podria ser que le mandaba esos mensajes tan raros, iba eliminando hipótesis sin comprobar para que su búsqueda se simplifique.

Las clases terminan y todos salen del curso, Joan es agarrado del brazo sacándolo de la multitud, gira y ve a esa chica con la que había tenido una cita.

 —¿Que pasa? ¿Porque me agarras así?.

 —No me contestabas los mensajes.

 —Así Que eras tu la que me mandaba esos mensajes tan raros.

 —Necesito que hablemos.

 —¿Primero, de dónde sacaste mi número?.

 —No te lo voy a decir...

Ella deja un silencio totalmente incomodo mientras deja fija mirada sobre Joan.

 —Bueno, si, no insistas tanto.

 —No dije nada.

 —Me lo pasó Nicolás, el muy estúpido piensa que quiero tener algo con una persona como tu.

 —Okay, gracias.

 —¿Vamos a hablar?.

 —¿De que?.

 —Solo vamos.

Ella intenta llevarlo, pero se queda quieto, planta sus pies para contrarrestar la fuerza que aplicaba ella.

 -Espera.

Se aleja de ella, entra en su curso para acercarse a Estefanía.

 —¿Tienes gimnasia hoy, verdad?.

Ella mueve su cabeza de arriba abajo para afirmar a su inquietud.

 —Yo tengo que ir a hablar con esa persona, después te espero hasta que salgas y vamos a tomar algo.

Ella con una sonrisa casi invisible acepta la propuesta, por dentro estaba feliz, lo disimulaba a la perfección.

La deja junto con Nicol y se va con esa muchacha.

En silencio sin que ninguna lo noté se acerca Nico.

 —Que lindo es verlo irse con ella.

 —¿De que hablas bobo?.

 —Esa chica es con quién hicimos una cita doble, parece que se llevaron muy bien.

A Estefanía se le eriza la piel al oirlo, y una preocupacion aparece en su mente, trata de desviar su preocupacion para no exponerse ante ellos, Nicol le pega con el codo a su hermano y le señala con la mirada.

Joan se va del colegio junto con esa chica, ambos llegan a una plaza donde toman asiento.

 —¿Bien, de que querías hablar?.

 —Él te dijo algo de mi?.

 —No, cree que tenemos algo.

 —¿Ya veo, a él le gusta alguien?.

 —Si, es una amiga de...-

Ella le pega con su mano.

 —No me hace falta que seas tan sincero.

 —¿Para que preguntas?

 —¿Que crees que debería hacer para acercarme más a él?.

 —Primero, no pegarle. Segundo no estar llamándome a cada rato, así crearás más malos entendidos y tercero acercarte a él por tu cuenta.

 —¿Crees que mi personalidad le agrade?.

 —No se, eso tendrías que intentarlo, si no lo haces, nunca sabrás.

 —Tienes razón.

Los minutos pasaron por cada palabra que se hablaba, ella lo había invadido con millones de preguntas, viendo la hora Joan decide irse, se pone de pie y la saluda, pero antes de tomar distancia frena sus pasos debido a una duda que había surgido.

 —¿Como te llamas?.

 —Ramona.

 -Bien, un gusto Ramona.

 —No, como iba a llamarme Ramona tonto.

 —No se, no te conozco.

 —¿Acaso tengo cara de Ramona?.

 —¿Que? ¿Yo cara de que tengo?.

 -De Sergio.

 —¿Y ese nombre?.

 —Hay gente que se llama así.

 —Nunca conocí a nadie con ese nombre, bien, nos vemos.

 —Me llamo Norma.

 —Enserio.

Ella saca su documento y se lo pone enfrente de su rostro para que le creyera.

 —Enserio te pusieron ese nombre, pero aquí dice que te llamas Abril Norma.

 —Si, ya se, si es mi documento tonto.

 —¿Entonces como te llamo?.

 —Abril, Norma no me gusta, lo odio.

 —¿Y para que me dices qué te llamas Norma? Si fácilmente me podrías haber dicho que te llamabas Abril.

 —Porque preguntaste mi nombre.

 —Bien, no importa, me voy.

Él la saluda y se va hacia su casa, de camino luego de unos minutos una sensación rara se le presenta en su cabeza, algo había olvidado, pero no sabía con certeza que era, al igual que no sabía si valía la pena volver, con la duda encima sigue sus pasos.

Hasta que se acuerda que había quedado en juntarse con Estefanía, la sensación de culpa lo invade por completo, saca su teléfono y le manda un mensaje a ella preguntándole si aún estaba en el colegio, él frena sus pasos y vuelve por el camino dirigiéndose al colegio por si aún estaba ahí esperando por él.

Su imaginación se pierde al sentir que su teléfono vibraba, lo saca y ve que era ella, una respuesta seca, solo dos letras que hacía jugar a su imaginación, el mensaje solo decía: "NO", una simple palabra corta que carga con mucho peso, él se siente tan tonto por haberse olvidado de algo tan simple como eso, calca su culpa en un mensaje de texto para que comprendiera lo mal que se sentía y qué la culpa lo estaba comiendo, nunca tuvo la intención de dejarla, no había excusa para justificar esto.

Alex M. Martínez.