Capítulo 2

Buenos Aires

11 de Julio de 1999 - 22:00 horas.

Es sábado a la noche, y en casa de la familia Fuentes la alegría es total. Las luces multicolores, la música fuerte y las risas de los adolescentes, pueblan el lugar, y dan calidez a una noche fría bajo un cielo que desnuda sus entrañas de estrellas y constelaciones.

Es el cumpleaños número 15 de Nancy Fuentes, la hija mayor del matrimonio, que, en su afán por buscar el varón, tuvieron cuatro niñas: Nancy que cumplía los quince, Lorena de doce, Ana Laura y Ana María de cinco, las gemelas. En casa se halla reunida casi toda la familia junto con los compañeros de escuela de Nancy quienes bailan en el amplio patio trasero de la casa, techado para la ocasión.

Esteban Fuentes, el padre de familia, nació 47 años atrás. Hijo único de madre soltera, sufrió las penurias de la pobreza. Gran parte de su infancia se la pasó de mudanza en mudanza, víctima tanto él como su madre de la constante búsqueda de trabajo por parte de ésta, que a duras penas y con un gran sacrificio, logró siempre tenerle un plato de comida a disposición y darle la enseñanza necesaria.

Desde niño sintió curiosidad por lo paranormal, siendo un apasionado consumidor de historietas fantásticas y de libros que hablaban de extraños fenómenos inexplicables.

Muchas veces se imaginaba a sí mismo como un gran aventurero de lo oculto, resolviendo enigmas imposibles de explicar. Toda esta fantasía en su cabeza, pronto lo llevó a experimentar, y a los diez años jugaba con sus amigos a que los hipnotizaba y ellos obedecían todas sus órdenes, imitando más a robots de las series de ciencia-ficción de aquella época, que al real comportamiento que manifiesta una persona hipnotizada. A los 14 años dejó de lado la lectura del periodismo barato que inventaba noticias sensacionalistas.

Siempre siguiendo con sus ansias por explicar o comprender lo desconocido, se abocó a asuntos más serios y comenzó a interesarse por la psicología, que a pesar de no ser considerada por muchos una ciencia, sí se la tenía como una medicina alternativa que ayudaba (a veces) a resolver las inquietudes y los abstractos problemas del comportamiento humano. Pronto supo que ese sería su camino a seguir en la vida, y como tal, lo cumplió.

Su madre recién logró asentarse con un buen trabajo a los 30 años, y a la edad de 35 se casa con el dueño de la ferretería en donde desempeñaba su labor como secretaria. A partir de ese entonces, siendo Esteban un adolescente muy sociable, y habiendo aceptado de buena gana el casamiento de su madre con Marcos Ramírez, fue adoptado por éste como si de un hijo propio se tratase, y le brindó todo el apoyo para que pudiera continuar con sus estudios.

A los 18 años, y ya cumplido su ciclo secundario, después de hablarlo muy profundamente con su madre y su padrastro, logró convencerlos de que lo dejaran ir a estudiar a la universidad en La Plata, en donde podría seguir su tan ansiada carrera en psicología.

Sus estudios en dicha carrera, pronto lo ubicaron como el mejor estudiante de su clase, obteniendo notas excelentes en todas las materias que cursaba. También fue seducido por el mundillo político de las facultades, y en su segundo año ya integraba como vocal una de las listas que se postulaba para el centro de estudiante. Allí conoció a su primera novia, Mariela, con la cual mantuvo un noviazgo hasta meses antes de recibirse, cuando se enteró por boca de una "amiga" de Mariela (que en realidad estaba muy enamorada de Esteban), que ésta lo engañaba. Por supuesto que al principio creyó que eran simples chismes de una mujer celosa, hasta que pudo corroborarlo personalmente un fin de semana, cuando descubrió a la que hasta ese momento era su novia, en brazos de un profesor de la facultad.

Se recibió con honores, y gracias a sus excelentes notas, pronto consiguió ubicarse en un hospital de Buenos Aires en donde dio sus primeros pasos como profesional sin goce de sueldo. Pasado su período de prueba, fue contratado oficialmente y recibió sus primeros haberes. En aquel hospital, entre el bullicio y el desconcierto general de pacientes, doctores y enfermeros, conoció a su actual señora, Verónica Lerea, o Vero, como le dice él; pediatra ella.

Se casaron después de dos años de noviazgo y hubo una gran fiesta organizada por sus compañeros de trabajo. Esteban trabajó un par de años más, y después, por intermedio de un préstamo bancario, y gracias a su padrastro, pudo independizare e instalar un consultorio personal con una pequeña sala de espera bien atendida por una madura secretaria, Gladis. Pronto destacó entre los suyos, y se tuvo bien ganada la reputación de ser un excelente profesional. Actualmente, además de sus pacientes particulares, colabora con la policía trazando perfiles psicológicos de los criminales, y asiste al personal policial, muchas veces víctimas del gran stress al que se ven sometidos.

Su mujer siguió trabajando por un tiempo más en el hospital, hasta que decidió que era más importante dedicarse de lleno a su primera hija y a la segunda que estaba por venir.

Hoy Nancy cumple 15 años, es toda una señorita, y tanto Esteban como Verónica están sorprendidos de ver cuán rápido ha pasado el tiempo. Lo único que lamenta Esteban aquella noche, es no poder contar con la presencia de su madre y su padrastro, quien sufriera hace un par de meses un infarto que lo tuvo al borde de la muerte, y se halla muy delicado de salud.

Esteban baila orgulloso el vals de los quince con Nancy mientras un fotógrafo, ya entrado en canas y en kilos, toma instantáneas desde diferentes ángulos. El resto de los invitados los rodea y acompaña con aplausos y Verónica mira emocionada desde el umbral de la cocina.

El teléfono suena y una de las mellizas atiende, después corre hasta donde está su madre y la tironea de la ropa avisándole de la llamada, ésta va hasta el teléfono, un par de minutos después, llama a su marido quien ya había cedido su lugar al novio de Nancy.

—Es tu madre, Esteban —dice Verónica con rostro serio. Esteban se introduce en la casa, toma el teléfono

— ¿Vieja?... ¿Cómo estás, viejita? ¿Llamabas para saludar a tu nieta?

—Hola, hijo. Si, llamaba para saludarla, pero principalmente para avisarte que hay problemas con tu hermanastro. Pedro ha desaparecido.

— ¿Cómo que desapareció? ¿Qué sucedió?

—No lo sé, hijo, la policía no me cuenta mucho. Yo quiero que vengas y hables con ellos por favor. Estoy muy preocupada por tu padre, aún no sabe nada.

—Está bien, vieja, no te inquietes, el lunes a primera hora estoy allá. Déjame poner todo en orden acá.

—Bueno, hijo, te espero. Pásame con mi nieta por favor.

—Ahora te paso, pero por favor no le cuentes nada.

—Quédate tranquilo. Chau, hijo.

—Chau, viejita, saludos al viejo.

— ¿Qué pasó? —Pregunta Verónica

—Tengo que viajar el lunes a Comodoro. Pedro ha desaparecido. ¡Nancy, tu abuela te quiere saludar!

— ¿Pedro desaparecido? ¿Cómo? No entiendo.

—Es lo único que le ha dicho la policía a mi madre. Así que voy a ver si puedo obtener algún otro dato del caso. Me preocupa el viejo nomás, está muy delicado de salud aún.

En eso irrumpe Nancy, toma el auricular de manos de su padre. El matrimonio se va a la cocina.

— ¿Cuánto te vas a quedar? —pregunta Verónica sin disimular su descontento.

—Una semana, dos a lo sumo, no más —contesta Esteban abrazando a su mujer—. Vayamos a la fiesta, no quiero que los chicos nos vean preocupados —concluye.